Un paquidermo titulado Lo que define a una llama

Resulta un poco embarazoso abrir un blog personal dentro de una página como esta, dedicada a la promoción de un universo literario, y pretender que ese pecado original no acapare más protagonismo del pertinente.

La situación me recuerda un poco a la trama de la película El bosque (M. Night Shyamalan, 2004), donde una comunidad de aldeanos vivía asediada por horribles monstruos denominados «aquellos de los que no hablamos» (¡OJO!: DESTRIPE), que a mitad de metraje identificábamos como otros miembros de la aldea disfrazados.

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

Dado que odiaría que mis libros terminaran convirtiéndose en el equivalente literario de esos monstruos innombrables, he pensado que, para que todos estemos más cómodos aquí dentro, lo mejor será que me quite el disfraz yo también y deje de actuar como si no hubiera un elefante en la habitación…

En otras palabras: hoy, aprovechando la proximidad del lanzamiento de Lo que define a una llama, debo dedicar unas cuantas líneas a hablar de mi libro.

Espero que sepáis perdonarme…

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

Lo que define a una llama no es la primera novela que escribo, pero si la primera  que saco a la luz en esta nueva etapa. Por ese mismo motivo, aun cuando no la considere mi mejor trabajo (lo cual no significa gran cosa, ya que mi opinión a ese respecto suele diferir bastante de la opinión de quienes acostumbran a leerme) he de reconocer que le tengo un cariño especial.

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

Llegar hasta aquí ha sido un camino arduo y complicado, y de no ser por la ayuda de cierta persona clave en todo este periplo (no miro para nadie, porque sé que en el fondo le gusta y a mí me gusta aún más hacerme el duro), tengo serias dudas acerca de si habría podido conseguirlo.

Mi esfuerzo, con todo, no es algo inusual entre quienes nos tomamos en serio la publicación de nuestras obras, por  lo que tampoco tiene mucho sentido reivindicarlo o hacer de él algo a celebrar. Lo atípico de Lo que define a una llama es más bien que se trate de una intriga policial, porque si os soy sincero, nunca he sido un gran fan del género.

Así se me queda la cara a veces cuando leo novela negra.¿Por qué entonces he escrito una novela negra?

Imagino que estaréis pensando que para vender más libros (y la verdad es que algo de eso hay, no voy a negarlo), pero en realidad ha pesado más otro motivo: el tremendo desafío que suponía para mí, en tanto que autor dispuesto a derribar a mazazos el muro de sus propias limitaciones, apropiarme de unas convenciones en principio tan ajenas a mis intereses.

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

Una vez escuché a alguien decir que los buenos narradores se diferencian de los no tan buenos por su capacidad para acometer con éxito todo tipo de historias independientemente del género o el formato, y que las buenas historias, a su vez, se diferencian de las malas por su capacidad de adaptarse a distintos géneros y formatos sin que su esencia se resienta. Eso es justo lo que he tratado de hacer con Lo que define a una llama: contar en clave policiaca una historia que tanto podría ser de terror, comedia o ciencia ficción y testar con ello hasta qué punto estoy en condiciones de disputar la promoción de ascenso a la liga de buenos narradores.

El resultado del experimento tiene cerca de cuatrocientas páginas (sí, igual la cosa se me ha ido un poco de las manos), y también aspira a ascender de división dentro de su propia quiniela.

El libro de marras en sus diversas ediciones y formatos.

En la novela hay por tanto asesinatos, policías, criminales, testigos, sospechosos, autopsias y un buen número de localizaciones turbias y decadentes, pero su historia no deja de ser un relato de personajes enfrentados a circunstancias extraordinarias narrado desde mi particular punto de vista, así que a lo largo de sus veintitrés capítulos pueden apreciarse también rasgos muy característicos de mi personalidad creativa, como el fatalismo, la melancolía, el humor esquinado, los perfiles psicológicos atormentados, cierta incorrección política o una perspectiva un tanto suspicaz y retorcida (aunque en el fondo romántica), de las relaciones interpersonales.

En mi último post prometí, de todas formas, que evitaría enredarme demasiado con mis libros y no pienso traicionar la palabra dada. En caso de que queráis comprobar si todo lo que he enumerado arriba es verdad o pura farfolla (nunca os fiéis de un escritor a no ser que os lo ponga por oral) podéis echarle un vistazo por vuestra cuenta y riesgo a la novela en su propio apartado dentro de la web.

Allí encontraréis la descripción completa, su sinopsis argumental, un apartado llamado «intrahistoria» que explica brevemente, a modo de «cómo se hizo», la génesis y el desarrollo del proyecto, un enlace de registro y hasta una Playlist de Spotify con los temas que me inspiraron la trama o me acompañaron durante el proceso de escritura, como este de Olafur Arnalds:

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

Si tanto trabajo ha merecido o no la pena, o si he conseguido escribir algo en verdad meritorio (o incluso culminar un partido decente en la liguilla de ascenso), es algo que os corresponde a vosotr@s dictaminar. Yo solo espero que si decidís darle una oportunidad al libro disfrutéis tanto de su lectura como yo de haberlo escrito. O sea, menos de lo que parece y más de lo que pensáis…

En cuanto airee un poco la habitación y deje de apestar a paquidermo, volveré para hablaros sobre otros asuntos ya menos peliagudos.

Hasta entonces, como decían en Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto (peliculón injustamente infravalorado): ¡copas de yate!

Acepta las cookies de marketing para ver este video.

No Comments